Paseos bajo la luz de la luna (Día 2, noche avanzada)

Definitivamente la misión había acabado siendo de todo menos algo tranquilo. Nunca había visto enemigos tan poderosos en la sociedad de almas, lo más que había conseguido llegar hasta allí eran Gillian, y siempre con ayuda de algún sitio. Era casi imposible abrir un camino desde le hueco mundo hasta la sociedad de almas, afortunadamente no habían penetrado en el Sereitei. No me preocupaba mucho los altos índices de pluses muertos tras aquel desastre, pero sin duda alguna había algo raro tras todo aquello, sensación que se acentuaba tras mi encuentro con el capitán la noche anterior. Definitivamente algo raro pasaba en el gotei 13 y me ofendía sobremanera no enterarme del pastel, esas cosas siempre eran más divertidas si sabías de que iba el tema.

Aunque bueno, eso era el Gotei 13, tarde o temprano la mierda acabaría saliendo a flote, aunque quizás tuviera que removerla un poco para poder enterarme antes que el resto, si no, perdía toda la gracia.

Iba paseando tranquilamente por el porche de las habitaciones que daba al jardín; no tenía demasiado sueño y pensé acercarme a refrescarme un poco con la brisa nocturna y relajarme con los suaves sonidos de la noche. Tan aterradores para algunos y que en cambio a mí me tranquilizaban como una nana, siempre lo habían hecho, incluso durante mi vida como humana.

Raion estaba levemente desencantado e su primera misión como shinigami de pro. No había podido evitar demasiadas muertes de gente (no le gustaba demasiado la expresión "pluses", para él todo el mundo eran personas) como para tener la conciencia al cien por cien tranquila. Y había cometido varios errores, que Ashi-senpai tuvo que remarcarle. Había sido débil, impulsivo... estúpido en resumen. La deshonra hacia sí mismo y hacia sus ancestros era clara, y sólo la mejora de sí mismo para superar las siguientes misiones de mejor manera era la herramienta que podía usar para limpiar su honor y, lo que era mil veces más importante, su conciencia.

Una vez ya había descansado de la misión, y más o menos con sus heridas superadas, se dedicó primero a entrenar su cuerpo, hasta bien entrada la noche. No podía dormir, de todos modos. Una ducha silenciosa y nocturna limpió de impurezas su pálida y tersa piel, y también ayudó a aliviar los fantasmas de su mente. Aquella mañana no había dormido bien, y esta noche no parecía ir a solucionar su falta de sueño, pero era capaz de aguantar lo que le echaban. La resistencia era uno de sus puntos fuertes. Decidió que necesitaba también calmar su mente y meditar, que no era sino un entrenamiento y ejercicio mental, tan o más necesario como el físico. Se puso unas prendas distintas a las de los shinigami, un kimono azul precioso, y su zampakutoh en su obi (cinto), bien amarrada. Tenía una muy buena razón para no perder de vista su arma en ningún momento.

Poco tiempo pasó hasta que, siempre cuidando de ir en el más absoluto de los silencios para no despertar a nadie, se dirigió al jardín, que cuando lo había visto por primera vez se le había antojado un buen lugar de meditación, rodeado de naturaleza y agua. Se sentó cruzado de piernas cerca del agua, para poder oír los casi imperceptibles ruidos de ésta, y deleitarse con los suaves sonidos nocturnos del mundo. Su manos estaban con su dorso apoyado sobre sus rodillas y las palmas hacia el cielo y relajadas, y su zampakutoh descansaba sobre la dulce hierba verde, siempre a mano izquierda, pues aunque era ambidiestro, había decidido usarla con la zurda para tener una ventaja táctica sobre cualquier rival. Respiraba con suavidad en ritmos pausados y tranquilos, y sus ojos estaban cerrados. Su pelo no estaba recogido con una bandana como solía acostumbrar, sino que caía libre y liso sobre su espalda, rompiendo la monotonía de color azul con una rotura de bello y limpio blanco, con casuales brillos plateados.

En su profunda meditación, no se dio cuenta de que estaba siendo observado...

Divisé una hermosa y larga cabelleza blanca rompiendo la oscuridad reinante del jardín, por la anchura de sus hombros era un hombre, debía de ser el hermano de la tercera oficial, Isayama Raion, un novato bastante apuesto. Me acerqué sigilosa, sin hacer ni el más minimo ruido y me situé justo detrás de él a escasos centímetros, pero sin tocarle en ningún momento para que no se percatara de mi presencia. Tenía toda la pinta de estar meditando, así que el susto sería mayúsculo.

Silenciosamente deslicé su Zampakutoh hacía atrás para que no pudiese encontrarla en caso de echar mano de ella y me acerqué a su oido para poder susurrarle.

- ¿No te parece que es un poco tarde para meditar?

Mientras lo hacía dejaba que el aire que se escapaba de mi boca impactara en su cuello, era una de las cosas que más me divertía hacerle a los hombres y en ese momento andaba bastante aburrida y con necesidad de distraerme un poco para no pensar demasiado en los trapicheos del Sereitei, ya pensaría algo más tarde.

Llevaba puesto un ligero kimono en rojo y negro con un obi en rosa pálido y rojo, no hacía frío así que era bastante liviano y se ajustaba a la perfeccion a las cuervas de mi cuerpo. El pelo lo llevaba como siempre, recogido con mis sempiternos alfileres, unos más peligrosos que otros...

- ¿No te parece que es un poco tarde para meditar?

Lo sintió lejano, muy muy lejano, como si hubiese sido una clase de fantasma... pero eso fue tan sólo una fracción de segundo antes de que se diese cuenta de que era real, muy real. Lo primero que hizo fue tensar todo su cuerpo de golpe, eso sí, sin moverse ni un ápice. Sus ojos se abrieron y su respiración se detuvo por completo, con una descarga de adrenalina excitando su cuerpo. Como movimientos claramente visibles, sus manos pasaron de relajo a una especie de postura bastante extraña y muy poco conocida. Los dedos se habían flexionado al máximo, pero la parte de los nudillos no se habían movido, haciendo que pareciesen garras más que manos, con una palma recta y lista para golpear como si fuese quizás un sumotori, pero era muy diferente de aquella arte marcial. Además, sus ojos se abrieron al instante, y bastante abiertos debido a la sorpresa.

No hubo el tercer movimiento, que iba a ser apoyar su mano izquierda sobre su zampakutoh y echarse hacia delante, porque la voz le sonaba de algo... era suave, dulce, claramente femenina y le recordaba a algo bueno, o quizás... sí, algo bello. Le costó un poco más recordar dónde la había oído, y por fin sus manos se relajaron, después de haberse quedado un segundo o quizás dos tensas, volviendo a su postura normal de meditación. Pero entonces otro sentido distinto del oído le llamó la atención, el tacto. Notó el aire caliente que era el aliento de la mujer, habiendo sido proferido a la vez que su voz, y algo de su leve timidez se dejó ver en forma de un pequeño enrojecimiento en la parte superior de sus mejillas, justo debajo de los ojos. Algo muy visible debido a su palidez natural. Tragó saliva algo incómodo por la situación, y por fin su cerebro procesó las palabras que le había dicho. Menuda descortesía haberse asustado de ella. Por supuesto ni se le pasó por la mente mirar si su zampakutoh estaba allí.

-Shosuro Yasuyo... cuarta oficial-giró la cabeza lentamente para comprobar que hubiese acertado, y se alegró internamente de que así fuese-. Buenas noches, Shosuro-senpai.

Intentaba aparentar tranquilidad, pero su rostro estaba demasiado cerca del de la mujer, que era un poco demasiado guapa como para que estuviese tan cerca, pensaba. No estaba acostumbrado a las mujeres que no se comportaban respetuosamente, pero por alguna razón no le molestó que hubiese sido así, aunque eso sí, preferiría que su cara estuviese un poco más alejada...

Terminé de deslizar la espada del muchacho por la hierba y en un golpe rápido pero suave golpearle la cabeza mientras me apartaba de él, era consciente de lo poco apropiado de mi cercanía, además de que quedarme donde estaba hubiera complicado un poco el golpearle.

- No deberías perder de vista tu espada ni cuando meditas, no creo que quieras perderla.

Sonreí bastante divertida por la situación en cuanto observé su sonrojo, ah, era delicioso ver ese color en unas mejillas tan pálidas. No podía negar que me atraía fisicamente, el hecho de que fuera tan inocente le daba un punto de diversión al asunto bastante excitante. Ahora sólo esperaba que no fuera un idiota igual que el resto, me había aburrido de los estúpidos tarados. Aunque a decir verdad, nunca me habían entretenido en exceso.

Me puse a un lateral suyo, observándole detenidamente. Sabía casi todo de él; Isayama Raion, hermano pequeño de Isayama Saori, tercera oficial del escuadrón, recién llegado de la academia y por lo tanto, sin rango todavía. Desconocía sus habilidades, pero por su posición de antes, deduje que dominaba el cuerpo a cuerpo, sobre todo el combate sin armas. De no ser así antes de tensar las manos hubiera hechado mano a su espada...

- Buenas noches, Raion, pero no hace falta que me trates con esos formalismos... Que yo sepa no estamos en ninguna reunión en la que sea obligatorio el protocolo...

Eliminar las barreras de los formalismos y el protocolo siempre ayudaba a relajar las cosas, y por supuesto yo no iba a tratarle por su apellido. A no ser que fuera necesario, no solía hacerlo, ni siquiera con el capitán.

- No deberías perder de vista tu espada ni cuando meditas, no creo que quieras perderla.

Un suave y simple "oh" de sorpresa fue proferido por Raion, a la vez que se llevaba inconscientemente una mano a la zona afectada por el nimio golpe, el cual le hizo además cerrar los ojos un poco. Cogió su espada y no hizo falta mirar al lugar en el que estaba antes para cercionarse de que era su espada. De hecho, casi podía oír la risotada de su gigantesco espíritu, riéndose de él. Desde luego, no era precisamente una espada sutil en sus formas. Pero claro, ese tipo de criaturas no eran legendarias precisamente por ser sutiles o silenciosas. Nisiquiera por tener unos modales excesivos. Shosuro-senpai se sentó a su lado, y él la dejó, por supuesto. Dejó de nuevo la katana, al otro lado de donde estaba ella, pues no quería pecar de tropezar con la misma piedra dos veces. Mientras ella se movía, se pudo fijar en su bello kimono rojo, y también, aunque le costaba admitirlo, en sus perfectas curvas. Eso hizo que el enrojecimiento aún tardase en irse algo más de tiempo, no demasiado de todos modos.

- Buenas noches, Raion, pero no hace falta que me trates con esos formalismos... Que yo sepa no estamos en ninguna reunión en la que sea obligatorio el protocolo...

-Sí, tienes razón, Yasuyo-demostró poder acabar con los formalismos como si tal cosa, aunque no estuviese acostumbrado a tal hecho-. Y respondiendo a tu pregunta de antes... creo que la noche es perfecta para meditar-en ese momento, se quedó mirando al cielo nocturno-. No hay más ruidos que los de la naturaleza, y la noche tiene... no sé, algo especial.

Se quedó mirando al cielo un poco más, pero acabó por mirar de nuevo, con su penetrantes ojos azul cielo, a la mujer. Por norma general le gustaba estar solo, y las interrupciones en su meditación eran molestas y tediosas, pero se estaba dando cuenta de que el hecho de que no era un miembro de su familia sino un extraño curiosamente hacía que fuese bienvenida. En ningún momento pensó que fuese por el hecho de que esa interrupción hubiese sido provocada por una mujer muy guapa como lo era la cuarta oficial, pero en el fondo sabía que algo tenía que ver. Si aquel gigante cuyo nombre no recordaba ahora le hubiese interrumpido de esa manera, probablemente hasta hubiese... pues fruncido el ceño, porque no le iba a hacer ningún mal a un compañero de división, claro está.

-De todas formas... ¿no te parece que es un poco tarde para pasear por el jardín?-sonrió con un tono pícaro que no dejaba de ser inocente.

Solté una ligera risa cuando ví como aumentaba su sonrojo, aunque no le duró en exceso y cuando me preguntó con aquel tono pícaro pero infinitamente inocente que si no era tarde también para mí.

- Depende para quien... Yo prefiero la noche, es más tranquila que el día y invita a otras cosas que el día no hace.

Como por ejemplo reuniones que no se deberían tener, encuentros que no deberían suceder, abrazos furtivos, informaciones delicadas y por supuesto, accidentes demasiado fortuitos... Pero claro, no iba a decirle todo aquello al muchacho, mentir era la base de la relación social y yo era una experta mintiendo a la gente...

- La noche tiene la capacidad de ocultar muchas cosas... y mostrar algunas otras. Pero sospecho que prefieres meditar de noche para dormir mejor... Es normal, supongo que era la primera misión a la que te enfrentabas a enemigos reales.

En el fondo no culpaba su nerviosismo, ciertamente había sido algo bastante inesperado, pero por lo que sabía, yo me había llevado la peor parte. Aunque tampoco es que fuera algo que me preocupara mucho en aquel momento, a fin de cuentas el enemigo había muerto y yo estaba en aquel jardín sin heridas de gravedad, tan sólo me quedaban algunos rasguños.

- Depende para quien... Yo prefiero la noche, es más tranquila que el día y invita a otras cosas que el día no hace.

Raion arqueó una ceja sin dejar su sonrisa pícara, pero volvió a su gesto calmado poco después. ¿Cosas que el día no hace? ¿Qué clase de cosas no se podían hacer durante el día y sí por la noche? Aparte de observar las estrellas y la luna, claro estaba... bueno, la verdad es que merecía la pena contemplarlas aunque fuese sólo un poco antes de dormir. Y tenía que estar de acuerdo en eso de que era más tranquila que el día, pero se podía meditar con algo de ruido, siempre suponía un reto para la capacidad mental de uno mismo.

- La noche tiene la capacidad de ocultar muchas cosas... y mostrar algunas otras. Pero sospecho que prefieres meditar de noche para dormir mejor... Es normal, supongo que era la primera misión a la que te enfrentabas a enemigos reales.

-Sí, pero... en cierto modo, es como enfrentarse a algo que ya conoces. Algo familiar, como... no sé... como tus propias pesadillas.

Miró al frente, dejando de mirar aquellos ojos preciosos. Su gesto se quedó como congelado, y no se veía esa calma normal de alguien que meditaba. Pesadillas, malos sueños, daba igual cómo se le llamase, no eran algo que le gustase en demasía. Desde pequeño las tenía, y siempre le habían obligado a dormir poco y demasiado ligero. Pero no debía tener miedo, tenía que proteger a los que amaba y respetaba, sobretodo a su hermana. Aunque ella fuese mejor Shinigami que él.

-Humf-hizo como si su apesumbramiento hubiese sido provocado por una molestia en el hombro, el cual se tocó y movió un poco antes de volver a ponerse en la posición habitual de meditación y mirar a Yasuyo-. Claro que pegaban como nada que hubiese visto. De todas formas... las sombras siempre son más largas y negras de día, la noche las difumina y reparte.

Me di cuenta perfectamente de su gesto atormentado, demasiado estres para una primera misión. Me acerqué lentamente y aparté un mechón de su cara con suavidad, acariciándole el rostro.

- Te acostumbrarás a ello, ahora te parecen pesadillas, con el tiempo te parecerán inconvenientes pasajeros. Sin embargo, la noche lo cubre todo de sombras...

Añadí estu último en un toque ligero, no es que quisiera realmente tranquilizarle, pero por alguna razón lohabía hecho. Quizás porque me parecía demasiado ingenuo, quizás porque ese miedo irracional del novato me conmovía. Quien sabe... yo no recordaba haber sentido aquel miedo en mi primer combate, quizás el hecho de haber sido purificada después de que un hollow intentara comerme tenía algo que ver.

- Deberías olvidarte de las pesadillas, no creo que sea muy sano recordarlas mientras meditas, no?

Pegué un sorbo a mi vaso de té mientras recuperaba la expresión divertida, la verdad es que aquel muchacho era bastante interesante...

- Te acostumbrarás a ello, ahora te parecen pesadillas, con el tiempo te parecerán inconvenientes pasajeros. Sin embargo, la noche lo cubre todo de sombras...

Tuvo una reacción muy leve de echar hacia atrás su cabeza, pero no hizo nada por evitar que le tocase. La verdad es que le pareció agradable, las únicas personas que le habían tocado así habían sido su madre y su hermana, pero le arrancó otro enrojecimiento. Tenía que acostumbrarse, pensó, a este tipo de cosas, ya que ahora no vivía en una casa noble seretei, sino en el "mundo real", y sabía que sus modales eran algo anticuados. Tragó saliva otra vez, olvidándose por completo de sus demonios interiores.

-El negro es un color bonito, al fin y al cabo, sin el negro no existiría el blanco.

Sonrió intentando ganar confianza en sí mismo. Una confianza que, por otra parte, sabía que no tenía demasiada. Hey... ni se había dado cuenta de que Yasuyo llevaba un vaso de té. Se reprimió interiormente por seguir un poco alelado, y empezó a fijarse discretamente en más detalles de la mujer, no sea que se sorprendiese otra vez. No sabía porqué, pero le daba la impresión de que en cualquier momento se llevaría otra sorpresa por parte de ella. Con su cuerpo no sabía qué hacer, así que lo dejó en su misma postura, aunque técnicamente había dejado de meditar.

- Deberías olvidarte de las pesadillas, no creo que sea muy sano recordarlas mientras meditas, no?

-Los miedos son para superarlos, no para olvidarlos. Eso es... la madurez, supongo-sonrió un poco, una sonrisa suave y tranquila, que indicaba su buen humor, la verdad es que no sabía siquiera si sabía de lo que estaba hablando. Pero era divertido.

No pude evitar soltar una carcajada ante sus palabras, bueno, al menos parecía que tenía un par de dedos de frente, claro que de momento lo parecía, otra cosa era que en realidad los tuviera, pero bueno, eso se sabría con el tiempo.

- Es probable...

Dije mientras sonreía, podía notar su sinceridad y su buen humor, olía su ingenuidad. La verdad es que el conjunto me resultaba embriagador. O quizás es que estaba aburrida de los mentecatos tarados de mi antigua división cuya conversación más entretenida versaba sobre el último modelo de Gigai que estaban desarrollando o sobre la diferente composición de las partículas espirituales de los sujetos de prueba. El único que a veces valía la pena era Bakamaru, y tenía el extraño don de cabrearme en un tiempo récord, todavía no sabía porque no le había matado... Quizás sólamente tuviera suerte...

- Y sin el blanco tu cabello y tu piel serían de otro color.

Volví a acariciarle mientras hablaba, estaba vez con un gesto ligeramente más seductor. No podía negar que me estaba divirtiendo de lo lindo...

Se alegró de haberla hecho reír, la verdad es que ver a la gente a su alrededor bien a veces le bastaba para sentirse mejor él mismo. Su abuelo decía que era la cualidad de los héroes, pero él no se sentía un héroe. De hecho, se sentía como si hubiese una pesada carga sobre sus hombros, pero en estos momentos la verdad es que pensaba más en Yasuyo que en otra cosa. ¡Pero en qué pensaba! Nscht, era demasiado guapa como para ser tan despreocupada, le hacía sentirse estúpido. Se dijo a sí mismo que era una tontería, al fin y al cabo, no era tan guapa... al menos eso se intentaba decir. Ashi-senpai, su compañera de misión, también era muy guapa, pero Yasuyo era más joven, era como más... ¿cercana a él? Bueno, de todas formas, dejarse llevar por las apariencias no es bueno.

- Y sin el blanco tu cabello y tu piel serían de otro color.

Vale, también era muy lista. Y sabía cómo hacerle enrojecer, qué manía con tocarle. Si no fuera porque era una nueva experiencia que una mujer distinta de su familia le tocase así, probablemente hubiese reaccionado negativamente, pero... bueno, estaba acostumbrado a asociar ese gesto con calidez y protección, no con seducción y flirteo. Que era lo que ella parecía estar haciendo, flirtear, lo cual le sacó un rubor mucho más nítido que los anteriores. Se quedó mirándola un par de segundos sin saber qué contestar, hasta que cerró los ojos y conservó la calma y la compostura, recordando su educación noble.

-Y sin el negro tu cabello y ojos también serían de otro color-abrió los ojos de nuevo-. Y no habría sombras, ni noche. Y sin noche, no habría estrellas. ¿Te imaginas un mundo sin estrellas?-arqueó una ceja sonriendo, intentaba decir ese tipo de cosas quizás algo más filosóficas de lo normal para no pensar en otras demasiado terrenales.

Sonreí divertida al ver como intentaba tomar la salida más pastelosa a la situación y por lo tanto también la menos peligrosa. Que intentara salir airoso de todo aquello me demostraba que era lo suficientemente listo como para mirar lo que tiene delante, los juicios fáciles de nublar, no resultaban tan atrayentes.

Me sonrojé a propósito ante su alusión a mis ojos y mi pelo, no era excesivamente original dado que ya lo había nombrado antes, pero tenía su parte de razón, su pelo y el mio eran extremos opuestos, blanco plateado y negro azabache; el día y la noche, la luz y la oscuridad. Sin embargo, ese tipo de reacciones, incluso a los más novatos e inexpertos les gustaba. Saber que eran escuchados, que sus palabras surtían efecto. Aunque era complicado, pues de forma natural ya no me sonrojaba por nada...

- Si el mundo no tuviera estrellas no habría enamorados y amantes encontrándose a la luz de ellas para fundirse en dulces abrazos. Si el mundo no tuviera estrellas no podríamos vernos sin necesidad de luz artificial y las noches no serían tan bonitas.

Evité el puntualizar si me refería a vernos el uno al otro o iba en general, prefería que su imaginación interpretara las ambiguedades como más le conviniera, si no le daba un poco que pensar estaría subestimando su inteligencia, y no me gustaba hacer ese tipo de cosas. Las ambiguedades tenían en maravilloso poder de indicarme que era lo que quería la otra persona, ya que siempre las interpretaba según sus deseos. Ahora sólo me quedaba esperar a ver que era lo que quería él...

El sonrojo de Yasuyo no le fue desapercibido. No lo había dicho para que se sonrojase, pero algo dentro de él hacía que le gustase. Y eso no sabía si era bueno o malo, pero era... bueno, algo. Se sentía muy extraño, no era algo parecido a nada que hubiese sentido antes. Era como si le gustase que se ruborizase, pero que no fuese suficiente. Bueno, no sería nada, tenía que dormir más, sólo eso. Sólo estaba nervioso...

- Si el mundo no tuviera estrellas no habría enamorados y amantes encontrándose a la luz de ellas para fundirse en dulces abrazos. Si el mundo no tuviera estrellas no podríamos vernos sin necesidad de luz artificial y las noches no serían tan bonitas.

¿Dulces abrazos, enamorados...? Él no sabía de esas cosas, la verdad. Y no sabía lo que quería Yasuyo de él con aquellas palabras... no se conocían, pero casi hubiese jurado que había algo dentro de sus palabras de lo que parecía haber a simple vista. Se sentía confuso y un idiota, no era posible que le estuviese tirando los tejos ya que no se conocían nada, aunque tenía que admitir que ella era muy guapa e inteligente. Acabó por mirarla aparentando una calma que no tenía, si bien le costaba horrores hacerlo.

-Tienes razón-sí, lo mejor era no decir mucho... así no metería la pata.

El muchacho ya estaba suficiente azorado y confuso, podría tensar más la cuerda, pero no me gustaba forzar las cosas si no era necesario. Adelantar los acontecimientos hacía que perdieran su gracia, sería mejor ir poco a poco, así el final sería más dulce y las posiblidades de que se saliera de madre serían menores.

Dejé el vaso en el suelo a un lado, como olvidado y me levanté. Acto seguido le dediqué una de mis mejores sonrisas mezclada con algo de sonrojo.

- Será mejor que me retire a mi cuarto, la misión de ayer también fue dura para mí.

Aunque debía reconocer que fue dura porque yo quise, podría hablerlo liberado y terminar todo aquello mucho antes, pero no estaba dispuesta a que supieran que lo tenía, me sacarían de la división inmediatamente. Y eso era algo que no me apetecía lo más mínimo.

- Buenas noches Raion, que tengas dulces sueños.

Me alejé con paso tranquilo hacia mi habitación, la noche había resultado sin duda alguna provechosa. Habría que ver como transcurrían el resto de los días

(FDI: Yasuyo se aleja con un suave contoneo de caderas, si quieres decirle algo antes de que se vaya lo escuchará)

Esa sonrisa... y ese sonrojo... seguía provocándole pensamientos enfrentados. Pensamientos poco deseables para su mente, quería tener calma y tranquilidad para entrenar su mente. Y esa mujer no le dejaba... no, no era culpa de ella, sino de él, que no era capaz de concentrarse con una persona al lado.

- Será mejor que me retire a mi cuarto, la misión de ayer también fue dura para mí.

-Creo que fue dura para muchos, aunque no lo podría asegurar.

- Buenas noches Raion, que tengas dulces sueños.

-Buenas noches a ti también, Yasuyo.

Dio un suspiro aliviado. La verdad es que se quedó mirando cómo se iba, pero pronto se sacudió la cabeza y puso la mente en blanco. O lo intentó, por lo menos, pero casi podía ver como una especie de nubes negras de tormenta cada vez que cerraba los ojos, y acabó por desistir de seguir meditando. Jesús, menudo día, primero la misión, luego no podía dormir y finalmente el encuentro fortuito que le dejó con un desequilibrio molesto.

Abrió los ojos y apoyó sus manos sobre sus rodillas de formas normal, y justo vio el vaso de té que Yasuyo se dejó en el suelo. La miró unos segundos, hasta que sonrió y la recogió con una mano. Se levantó, colocándose su zampakutoh en su obi, y olió el té. Se le había olvidado, pero ya se lo daría, no iba a molestarla a aquellas horas, era posible que ya estuviese acostada. Se dirigió a su cuarto, y lavó el vaso echando el contenido por el desagüe. Lo dejó sobre la mesilla de noche, y se fue a dormir. Mañana sería otro día, además, algo le decía que esta vez sí lograría dormir algo... aunque sólo fuese por lo terriblemente cansado que se sentía. Mañana la buscaría para darle su vaso, y quizás tener otra charla.