Habitación de Galeko [Día 1 de Enero, Mañana Temprana]

Amanece.

Un cálido haz de luz acaricia la tez de Galeko.

Ya es de día. Buenos días, Seretei.

Galeko se recogió sobre sí mismo, remoloneó un poco y a continuación se quedó quieto y en silencio de lado, observando su mano extendida.

Un suave suspiro inundó la habitación. Galeko cerró la mano delicadamente, como si hubiese agarrado algo entre sus dedos.

Varias mariposas infernales que entraron en su habitación le obligaron a desantender a su extremidad. Una tras otra, Galeko escuchó todos los mensajes que portaban sin apenas moverse de posición.

Cuando las Mariposas terminaron, el joven se irgió, desplegó su futón y un frío viento recorrió su cuerpo desnudo. Se levantó torpemente en dirección al armario y sacó su impoluto uniforme. Tras cubrir su cuerpo con los ropajes blancos y negros, Galeko verificó su apariencia ante un espejo blando que se endurecía en el centro para reflejar perfectamente a aquel que estuviese ante él. Cuando hubo terminado, el joven cojió suavemente a su Zampakuttô Yopelure, la susurró algo al oído y la enganchó al cinturón. Era hora de salir al exterior.

[Continúa en el Patio interior]